Ken Lum formó parte del grupo de artistas de Vancouver que irrumpieron en la escena de arte contemporáneo con aires de renovación a lo largo de los años ochenta y que se convirtieron en referente artístico. Su trabajo combinaba retratos fotográficos con textos breves en una especie de grandes dípticos que exploraban nuevas lecturas a partir de los lenguajes artísticos y fotográficos tradicionales. Nacido en 1956, canadiense de origen chino, es un artista con una intensa presencia internacional en museos y centros de arte, bienales (de Venecia, Sao Paulo, La Havana, Estambul, etc.) y Documenta, etc. Ha trabajado con la fotografía, el vídeo, la instalación y la pintura. También se ha dedicado a la docencia y a la actividad de comisario.
El lenguaje ha tenido en tradiciones culturales muy diferentes un poder evocador. Magia y religión lo han usado en sus ritos y en sus oraciones. A la vez que se le ha atribuido la capacidad esencial de interpretar el mundo. Así el lenguaje da forma a la racionalidad humana. Ken Lum ha utilizado el lenguaje en sus obras con plena consciencia de ello. La perspectiva que adopta es, en este aspecto, deconstructora, con la inclusión de referencias al cómic y al collage, técnica tan evocadora de las vanguardias. Esta deconstrucción formal acompaña la conceptual, expresada con mensajes aparentemente alejados de toda trascendencia, y en realidad, cargados de ironía.
En las obras de Ken Lum el lenguaje es tratado como una estructura formal que se puede combinar con imágenes fotográficas, dibujos, etc. Por tanto, esta formalización del lenguaje implica que adopte un cierto sentido estético, una expresión de la belleza. Así se explica la presencia de elementos decorativos, el orden y el ritmo de la composición, el colorismo y la simetría especular. Esta división en favor de la imagen siguiendo el efecto visual de la reflexión nos sitúa sobre la pista de las huellas de unos referentes estéticos que nutren sus raíces en el barroco: el gusto por la decoración y la atracción por los efectos del espejo. Recordamos que el artista presentó en la Documenta XI (2002) una obra consistente en un laberinto hecho de espejos Mirror Maze with 12 Signs of Depression.
El espectáculo de la publicidad deviene a veces el punto de partida de sus obras. Textos e imágenes extraídos de un paisaje muy concreto, el de aquella iconografía que se nos libra diariamente desde los estantes de los supermercados, los anuncios en los diarios y las revistas y las barreras urbanas. Signos, colores, letras y dibujos configuran unos iconos que han irrumpido en el imaginario del espacio público. Los retratos nos muestran personas de la calle, y se sitúan entre la fotografía instantánea y la cuidada escenificación de la puesta en escena. Más allá de una lectura literal, las imágenes nos remiten, más que a unos carteles o unas etiquetas comerciales, a todo un paisaje humano y urbano, lleno de complejidad. Se han convertido en una referencia a la identidad que cambia nuestras sociedades, caracterizadas por la diversidad cultural y el melting pot. E incluso bajo la apariencia del equilibrio y de cierta armonía emerge el conflicto y la contradicción..
Porqué no nos engañemos. Lejos de la superficial banalidad de la publicidad y de los anuncios de los periódicos, bajo la apariencia cotidiana, a veces emerge la tragedia. Así encontramos frases, por poner sólo algunos ejemplos, pidiendo todo el poder para el pueblo, que dejen tranquila a mi familia o la libertad de Leonard Pelltier, el activista indio condenado a un proceso irregular por el asesinato de dos agentes del FBI en la reserva india de Pine Ridge. Las seis obras gráficas que cierran la exposición reafirman la dirección del discurso artístico de Ken Lum, la relación de las personas con el lugar y su origen, su procedencia, la diferencia y, en último termino, la identidad en sus conflictos entre los ámbitos de lo que es público y de lo que es privado. Con fuerzas populares, accionando los mecanismos que despiertan la atracción, Ken Lum nos pone delante de interrogantes que atraviesan los ejes de nuestra sociedad.
Miquel Bardagil
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